lunes, 28 de diciembre de 2009

Una suicida- asesina.

Rasguñaría las paredes,
Las mordería hasta quebrarme los dientes,
Que corra la sangre sobre mi pecho.
Clavaría en cada parte de mi cuerpo una aguja de plata gigante.

Me corroería los brazos.

Y pobre del que intente detenerme
Sí es que alguien intentase hacerlo.

No sobreviviría.

Estrujaría su cuello, lo volvería flor de antaño con mi mirada.
Incrustaría en su pecho un cuchillo de cianuro.
Escupiría su cara, después de muerto, y reiría como pocas, cínica-ácida, complacida con el fin.


No sobreviviría, ni siquiera aunque se volviera a tratar de mí.



Me dejaría.

Estallaría en una iglesia,
Me estrellaría contra un edificio de burócratas nacionalistas.

Me volvería a estirar los huesos,
Hasta que se desintegren por la presión.

Me auto-violentaría de extrema forma para volverme átomo.
Individuo solo en un conjunto asimétrico de normas y leyes.
Asesinas con vida regalada a la fuerza son ellas, esos conjuros abstractos que nos mudan a diario.
Yo sólo sería su máximo producto de consumo.
Una suicida- asesina. Se quita la vida “voluntariamente”, asesinándose.
Una viva-muerta, que vive-y-muere a diario para volver a hacerlo cada día que le sigue al anterior.

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