Serompen y entrequiebran los cuerpos alborotados,se aguijonean y coaccionan, lago de sienes estimuladas. Entre todo ese tormento de distintos y similares a sí mismos, un aquel se vuelve, ensimismado, se entrecruza, relampagueante. Me entrecorta, se fija, me sonríe, se pierde en un instante, me roza apenas la cara, y me escribe en el humo: