Que los diamantes crujan
Como sienes en tormento,
Ya no incluye aquel verso
La defensa traicionada,
Del vástago infierno, fría plata;
De lo que digas en mi nombre,
De lo que imprimas en la nada,
No, No me consta la imagen,
La tuya, fisurada,
En mas de diez mil partes,
Apesadumbrada porcelana.
Que tu orgullo me evapore,
Como si ya no fuese nada,
Que el error se vuelva mío,
Que sea “hija de la lágrima”,
Que entre tanta falsa escoria,
Sea la menos recordada,
Que me hunda en la miseria,
Apesadumbrada, nostálgica.
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Que me entierren en el infierno
Por ser altamente impúdica,
Que me escupan en los ojos,
O claven flechas en mi nuca,
Que la moral me es vomitiva,
Que, de tanto en tanto, las mentiras jactan,
Que destrozan lo de adentro,
Estalactitas en el alma.
Deberías bien saber,
Entonces
Que prefiero la ignorancia
La tosca, bruta, salvaje,
Corroerme en la pavada,
Que me quedo, y entonces digo
De estar cerca de la sangre,
En vez de permanecerme con la espada.
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